Ando apurado buscando a Francisco,
quiero verlo en pasajes de su vida,
cerca la luna, la miel derretida,
rezando el cristiano y el morisco.
En la cumbre, en las tierras de llanisco,
su alma es atortolada, conmovida,
su pensamiento es campiña florida,
cortejada por la rosa del risco.
Y en la hora de su anual festividad,
quiero reunirme con toda su gente,
sentir su humanitario corazón,
degustar palabras de intimidad,
bengalas azules de Crevillente,
temblor de campanas, de dulce son.
Luis Romay G. Arias