En 1965 se cumplió el VII centenario de los sucesos en torno al ra´is crevillentino según la crónica del Rey Conquistador, y el centenario quedó sin rememorar por la simple y decisiva razón de su ignorancia; pero simbólica y prácticamente la efemérides tuvo su conmemoración indirecta con la puesta en obra de la primera piedra fundacional de los Moros y Cristianos. En 1976 se celebró el VII centenario de la muerte de Jaime I, fundador y artífice del Reino de Valencia, y se ha conmemorado conscientemente con la redacción de las Embajadas, dovela o piedra clave que culmina el edificio de las fiestas crevillentinas. Y en el breve lapso de once años, flanqueados por ambos centenarios, los Moros y Cristianos experimentaron un desarrollo y frondosidad inusitados, al amparo de unas circunstancias económicas igualmente abundantes y anormales.
Todo ello parece indicar que la obra está ya completa, y así es en teoría, pero la realidad demuestra que hay más fachada que solidez, que dando pendiente una gran labor de poda y pulimento para subsanar los muchos defectos de que adolecen las fiestas crevillentinas. Pero eso ya es harina de otro costal que compete a los propios nativos interesados, porque yo he concluido mi tarea al rematar la estructura esencial con la redacción de estas Embajadas, que ofrezco al pueblo de Crevillente, y a las que deseo larga vida y eficacia en el ámbito de las fiestas de Moros y Cristianos.