Antecedentes
Escrito por redacci贸n
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Nuestras fiestas, tal como las conocemos, se celebraron por primera vez en 1.965, sufriendo un proceso evolutivo hasta quedar configuradas como son en la actualidad. Una Fiesta que nació llenando un doble vacío que había en nuestro pueblo: por un lado, el religioso, honrando a nuestro patrón san Francisco de Asís, por otra, el festivo, como válvula de escape de las energías acumuladas. 

Además, se configura como paleta artística donde se ve reflejada nuestra personal voluntad ciudadana. Y todo eso basándonos de manera sustancial y definitoria en la tradición y en la historia, tal como dice el lema “Crevillent, historia y modernidad: Los ra’is, señores musulmanes. La mujer, belleza de la Fiesta”. 

Crevillent necesitaba la Fiesta, y todavía sigue necesitándola hoy en día. Porque necesita su alegría, sus colores, su impronta, su música... Y la Fiesta nos hace un guiño de complicidad desde lo más profundo del inconsciente humano. Crevillent revienta por los cuatro costados y los Moros y Cristianos invaden todos los rincones de la villa urbana y de la vida de las personas que la habitan. La Fiesta vive el presente, y alrededor de cada 4 de octubre del calendario gregoriano se manifiesta de manera clara, decidida y ostentosa. La Fiesta estalla en las cabilas, cuarteles y en las calles, y se expansiona como el oxígeno que respiramos. 

Si bien datamos su fecha de nacimiento en la mitad de los años 60 de pasado siglo, podrían existir antecedentes de las mismas, si tomamos en cuenta el escrito del que fue cura pilongo Francisco Mas, quien afirma en un artículo publicado en la revista Crevillente de 1951 que en un legajo o escrito del archivo parroquial se cuenta que con la venta de los vestidos de Moros y Cristianos, los crevillentinos compraron los primeros pasos para las procesiones de la Semana Santa. 

Textualmente dice así: “Respecto de su arte, los crevillentinos, artistas por naturaleza ?díganlo sus poetas, músicos, cantores, pintores, etc.?, ya desde los primeros días de la conversión al cristianismo, se distinguieron como tales en la lujosa celebración de sus renombrados festejos de Moros y Cristianos, sentimental recuerdo de un pasado todavía en vigor en innumerables poblaciones del Reino valenciano, que, con solemne suntuosidad, no se ceñía a los reducidos límites del vecindario crevillentino, sino que, solicitados por pueblos comarcanos, invertían largas fechas exhibiendo sus maravillosas representaciones, con música y cantos de propia creación de un sabor inigualable. 

Pero tales festejos, no obstante el vanidoso lustre que por tantos años proporcionaron a los crevillentinos, dejaron de celebrarse por expresa voluntad de los mismos hacia el último tercio del siglo XVIII, para dar paso a nuestra actual Semana Santa. 

Es decir, que aquellos auténticos cristianos, más amantes del Dios del Calvario que de profanas diversiones, cuando todavía contados pueblos de España comenzaban a iniciarse en la celebración de las Procesiones Pasionarias, vendieron a otros pueblos sus lujosos trajes de Moros y Cristianos, para adquirir, con su producto, los primeros ‘pasos’de nuestras procesiones”. 

Una cita larga, pero interesante, que anima al estudio de los historiadores y que vincula las dos celebraciones señeras de nuestra localidad, por cierto que nuestra Semana Santa está ya declarada de Interés Turístico Nacional desde 1992. 

A este respecto, también es significativo el estudio del historiador Josep Manuel Menargues publicado en nuestro Libro de la Fiesta del año 2000 que nos habla de los actos que se celebraron en 1705 con la venida del duque de Arcos a Elche, hasta donde se desplazaron los crevillentinos a rendirle pleitesía y ofrecerle presentes, recogido el gasto de las mismas en el “Llibre de Claveries del Consell de Crevillent de 1705-1710”, además de celebrar unos festejos en los que se incluirían gastos de música y bailes, y también un alardo, consistente básicamente en un desfile de escuadras uniformadas, con disparo de armas, y se podría suponer una escenificación o simulacro de batalla, pues las fiestas del alardo se describen como “funció”. 

Por otro lado, existen documentos escritos que nos hablan de las representaciones de Moros y Cristianos en Elche y Orihuela, por ejemplo, durante el siglo XVIII que después dejarían de celebrarse. Así que podemos suponer que si las había en poblaciones tan cercanas, cabe plausiblemente pensar que también las hubo aquí, pues Crevillent está situada a medio camino entre las dos localidades citadas. 

Esa es la opinión del investigador Salvador Puig Fuentes, quien aporta diversos documentos, entre ellos uno referido a los gastos del Ayuntamiento fechado el 6 de octubre de 1760 referente a los gastos de la festividad de san Francisco, que dice, entre otros, “música, 25 reales, pólvora, 33 reales”, y es cosa corriente en los escritos antiguos que cuando se habla de pólvora se refieran a salvas de arcabucería. Asimismo, data de la fecha de desaparición probable de los festejos de Moros y Cristianos alrededor de 1779, pues el entonces obispo de la diócesis de Orihuela-Alicante, José Tormo, insiste varias veces ante el rey para que prohibiera en su diócesis las representaciones teatrales, cosa que consigue en un edicto de fecha 8 de enero de 1779.

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