Portada > Historia de la Asociación
Introducción

Carretera Nacional 320, a la altura del Km. 50 de la de Alicante-Murcia, mire a su derecha si va hacia “la huerta de Europa” o a la izquierda si viaja rumbo a la “millor terreta del món”. 

Allí, en lo alto divisará una espléndida sierra donde las chumberas, las higueras, los almendros, los algarrobos, los pinos, las carrascas, el lentisco, el cantueso, el romero, el tomillo y el esparto pueblan el suelo del Castell Vell, l’Almoeixa, el Puntal de Matamoros, la Palaia, el Raig, el Catí, la Vella, la Caixa, el Picatxo de san Gaitano... Árboles, hierbas y arbustos que pueblan el suelo de parajes de esta sedienta sierra que habitaron nuestros antepasados árabes dándonos una cultura. 

No podemos olvidar la insigne figura del ilustre médico As-Shafra al Quirbiyani, una clase de industria la de las esteras de esparto y junco que ha evolucionado hasta la industria de la hilatura y la alfombra y una infraestructura para la agricultura la red de acequias de la Fuente antigua que hoy todavía nos asombra y enorgullece ¡Es Crevillent! 
Hoy, varios siglos después, los recordamos festejando su memoria, nuestra historia hecha fiesta: la Fiesta de Moros y Cristianos. 

Si pasa por esa carretera y el calendario le marca los últimos días de septiembre o primeros de octubre, ¡pare!, baje y observe un mundo multicolor, de música, de luz, de alegría, mézclese con moros y cristianos, admire el gran jardín que conforman las mujeres festeras de Crevillent, sus valedoras, conozca la historia de los ra’is de la familia Ben Hudayr, los señores de Crevillent, aquellos que consiguieron vivir en paz con los invasores cristianos. Disfrute, en definitiva, de las Fiestas de Moros y Cristianos organizadas por la Asociación de fiestas en honor al seráfico patrón San Francisco de Asís, cuya festividad es el 4 de octubre. 

Invitamos a todo aquel que quiera venir a participar con nosotros en unas celebraciones que no por ser parecidas a otras, dejan de ser singulares y únicas, con un empaque y una categoría que sorprende a quienes nos visitan. De las mismas, además del buen hacer propio, el lujo y ornato con que se desarrollan o la rigurosidad histórica, cabría, en su caso, destacar tres aspectos: 

1. La plena y peculiar integración de la mujer. Antaño, en gran número de poblaciones, las celebraciones de las fiestas de Moros y Cristianos siempre se habían destacado por ser protagonizadas mayormente por hombres. Pero nuestra localidad, nuestra Fiesta, fue una de las pioneras en la incorporación de la mujer a la misma, potenciando sus aptitudes y además dándole un protagonismo único y especial, ya que la mayoría desfilan de forma singular ofreciéndonos ballets o coreografías de bella factura, distinguiéndose así de los hombres. Además, no solo es una participante que nos deleita con sus bailes y su belleza, ni tan solo un miembro de pleno derecho de cada comparsa, sino que es exaltada como reina o sultana, como máxima expresión de cada comparsa y de la Fiesta toda. En Crevillent la participación femenina alcanza aproximadamente el 50%, y si hay lugares que tienen una reina de las fiestas, aquí tenemos doce y todas de primera. 

2. La rigurosidad histórica patente en sus Embajadas y en el nombre de las comparsas. Unas embajadas escritas en forma teatral por el recordado erudito alcoyano afincado en Crevillent, Salvador Doménech Llorens, y que se fundamentan en el apartado 422 de la “Crónica” del rey Jaime I de Aragón, que nos lleva hasta el año 1265, y que dice textualmente: “E quan nos fom en Oriola vene-nos lo fill de Banud el Arrais de Crivillèn, e dix-nos que son pare era pres e tenia’l pres lo rei de Castella, e venia per ço a nós que faria tot ço que nós manàssem e que el nostre hòmens poguessen entrar en Crivillèn salvament e segura: e venia a nós que ens rendés aquells dos castells que havia, e que ens podíem ajudar del seu com del nostre. E haguem delliurat et cobrat ço que havíem perdut de Villena tro en Oriola, e d’Alacant tro en Oriola, així que tothom podia anar pels camins salvament e segura”. 

Embajadas, piezas teatrales de categoría, que se representan desde 1976 en nuestra localidad, y que han sido distinguidas con el aplauso y elogio de todos las que la han presenciado, premiadas en la feria “Expofiesta” de 2001, y representadas excepcionalmente en el teatro romano de Sagunto, en el paraninfo de la Universidad de Alicante y en la ciudad francesa hermanada con Crevillent de Fontenay-Le-Comte. 

Respecto a los nombres de las doce comparsas, no existen denominaciones extrañas ni anacrónicas como sí las hay en otras poblaciones, nombres que después detallaremos. 

3. El pacto entre moros y cristianos con que se sellan las mismas, y no con la victoria del bando cristiano, como se hace en general. Así, los moros crevillentinos rinden vasallaje al rey catalano-aragonés Jaime I por capitulación, que no por conquista, y le ofrecen los dos castillos con que contaba el término, con lo que cesan las luchas entre los contendientes.

Antecedentes

Nuestras fiestas, tal como las conocemos, se celebraron por primera vez en 1.965, sufriendo un proceso evolutivo hasta quedar configuradas como son en la actualidad. Una Fiesta que nació llenando un doble vacío que había en nuestro pueblo: por un lado, el religioso, honrando a nuestro patrón san Francisco de Asís, por otra, el festivo, como válvula de escape de las energías acumuladas. 

Además, se configura como paleta artística donde se ve reflejada nuestra personal voluntad ciudadana. Y todo eso basándonos de manera sustancial y definitoria en la tradición y en la historia, tal como dice el lema “Crevillent, historia y modernidad: Los ra’is, señores musulmanes. La mujer, belleza de la Fiesta”. 

Crevillent necesitaba la Fiesta, y todavía sigue necesitándola hoy en día. Porque necesita su alegría, sus colores, su impronta, su música... Y la Fiesta nos hace un guiño de complicidad desde lo más profundo del inconsciente humano. Crevillent revienta por los cuatro costados y los Moros y Cristianos invaden todos los rincones de la villa urbana y de la vida de las personas que la habitan. La Fiesta vive el presente, y alrededor de cada 4 de octubre del calendario gregoriano se manifiesta de manera clara, decidida y ostentosa. La Fiesta estalla en las cabilas, cuarteles y en las calles, y se expansiona como el oxígeno que respiramos. 

Si bien datamos su fecha de nacimiento en la mitad de los años 60 de pasado siglo, podrían existir antecedentes de las mismas, si tomamos en cuenta el escrito del que fue cura pilongo Francisco Mas, quien afirma en un artículo publicado en la revista Crevillente de 1951 que en un legajo o escrito del archivo parroquial se cuenta que con la venta de los vestidos de Moros y Cristianos, los crevillentinos compraron los primeros pasos para las procesiones de la Semana Santa. 

Textualmente dice así: “Respecto de su arte, los crevillentinos, artistas por naturaleza ?díganlo sus poetas, músicos, cantores, pintores, etc.?, ya desde los primeros días de la conversión al cristianismo, se distinguieron como tales en la lujosa celebración de sus renombrados festejos de Moros y Cristianos, sentimental recuerdo de un pasado todavía en vigor en innumerables poblaciones del Reino valenciano, que, con solemne suntuosidad, no se ceñía a los reducidos límites del vecindario crevillentino, sino que, solicitados por pueblos comarcanos, invertían largas fechas exhibiendo sus maravillosas representaciones, con música y cantos de propia creación de un sabor inigualable. 

Pero tales festejos, no obstante el vanidoso lustre que por tantos años proporcionaron a los crevillentinos, dejaron de celebrarse por expresa voluntad de los mismos hacia el último tercio del siglo XVIII, para dar paso a nuestra actual Semana Santa. 

Es decir, que aquellos auténticos cristianos, más amantes del Dios del Calvario que de profanas diversiones, cuando todavía contados pueblos de España comenzaban a iniciarse en la celebración de las Procesiones Pasionarias, vendieron a otros pueblos sus lujosos trajes de Moros y Cristianos, para adquirir, con su producto, los primeros ‘pasos’de nuestras procesiones”. 

Una cita larga, pero interesante, que anima al estudio de los historiadores y que vincula las dos celebraciones señeras de nuestra localidad, por cierto que nuestra Semana Santa está ya declarada de Interés Turístico Nacional desde 1992. 

A este respecto, también es significativo el estudio del historiador Josep Manuel Menargues publicado en nuestro Libro de la Fiesta del año 2000 que nos habla de los actos que se celebraron en 1705 con la venida del duque de Arcos a Elche, hasta donde se desplazaron los crevillentinos a rendirle pleitesía y ofrecerle presentes, recogido el gasto de las mismas en el “Llibre de Claveries del Consell de Crevillent de 1705-1710”, además de celebrar unos festejos en los que se incluirían gastos de música y bailes, y también un alardo, consistente básicamente en un desfile de escuadras uniformadas, con disparo de armas, y se podría suponer una escenificación o simulacro de batalla, pues las fiestas del alardo se describen como “funció”. 

Por otro lado, existen documentos escritos que nos hablan de las representaciones de Moros y Cristianos en Elche y Orihuela, por ejemplo, durante el siglo XVIII que después dejarían de celebrarse. Así que podemos suponer que si las había en poblaciones tan cercanas, cabe plausiblemente pensar que también las hubo aquí, pues Crevillent está situada a medio camino entre las dos localidades citadas. 

Esa es la opinión del investigador Salvador Puig Fuentes, quien aporta diversos documentos, entre ellos uno referido a los gastos del Ayuntamiento fechado el 6 de octubre de 1760 referente a los gastos de la festividad de san Francisco, que dice, entre otros, “música, 25 reales, pólvora, 33 reales”, y es cosa corriente en los escritos antiguos que cuando se habla de pólvora se refieran a salvas de arcabucería. Asimismo, data de la fecha de desaparición probable de los festejos de Moros y Cristianos alrededor de 1779, pues el entonces obispo de la diócesis de Orihuela-Alicante, José Tormo, insiste varias veces ante el rey para que prohibiera en su diócesis las representaciones teatrales, cosa que consigue en un edicto de fecha 8 de enero de 1779.

Los orígenes

Y de esos antecedentes remotos, pasamos a su constitución como son desde el año 1965, donde un grupo de amigos decidió instaurar en nuestra localidad unas fiestas que por entonces ya se celebraban en numerosas localidades del norte de la provincia de Alicante. 

Por tanto fueron las primeras que se instauraron en esta comarca y adyacentes del sur provincial alicantino. Con la inestimable ayuda y dirección del ya mencionado Salvador Doménech Llorens, por aquel entonces cronista de la Asociación de Moros y Cristianos “San Jorge” de Alcoy, tras jornadas de ensayos y preparativos, a las 5 de la tarde del día 3 de octubre salieron dos “filaes”* de moros y dos de cristianos, dos formadas por crevillentinos y otras dos por festeros de Alcoy e Ibi, a desfilar por un itinerario previamente establecido, acompañados respectivamente por las bandas “Unión Musical” de Alcoy y “Unión Musical” de Crevillent, precedidos ambos bandos por dos jinetes a caballo, Manuel Martínez Montoya y José Antonio Aznar Navarro, que se configuraban como capitanes de ambos bandos. 

Como cuenta el mismo Salvador Doménech: “El breve desfile pasó como un relámpago luminoso y cautivador en el breve lapso de poco más de una hora, despertando la curiosidad del público primero y arrancando nutridos aplausos después. El colorido, la música, la fantasía y el exotismo de los Moros y Cristianos habían sido el mágico talismán capaz de embrujar el corazón de los crevillentinos y de trocar su inicial escepticismo en la fervorosa adhesión final. El público se relamía de gusto, el desfile le había sabido a poco y se quedó con ganas de más”. 

En 1966, desfilaron como tales las dos primeras comparsas crevillentinas, Beduinos y Almogávares, con trajes propios, junto con los Marroquíes, ésta con trajes alquilados, las tres fundadas el año anterior, e igualmente con un grupo de festeros alcoyanos e ibenses. Además hubo capitanes de ambos bandos y tres carrozas. Por otro lado se nos prestó el castillo de Villajoyosa y se interpretó una embajada con fragmentos seleccionados de las embajadas de Alcoy. 

En 1967, contamos con dos nuevas comparsas, Moros Viejos Tuareg y Maseros, que desfilan con las otras tres junto con festeros de Alcoy, Villajoyosa, Ibi y Castalla. Se introduce la participación de la mujer y se celebra una procesión festera en honor al santo patrón franciscano. Además se constituye la Asociación de Fiestas de Moros y Cristianos “San Francisco de Asís”, heredera de una provisional Junta de Festejos de Moros y Cristianos, presididas ambas por el entonces teniente de alcalde y concejal de fiestas, Jerónimo Maciá Coves. 

En 1968, desfilan ya nueve comparsas como tales que son, además de las ya citadas, los Astures, los Dragones de San Jorge, los Omeyas y los Berberiscos. 

En 1969 se integran las últimas tres: los Caballeros del Cid, Castellano-Leonesa y Benimerines, con lo que se cierra el conjunto de las doce comparsas, seis moras y seis cristianas, que en la actualidad forman nuestra Fiesta y componen la Asociación de Moros y Cristianos “San Francisco de Asís”. 

En un breve lapso de poco más de tres años la Fiesta se había instalado en nuestra localidad con una pujanza y una firmeza digna de encomio, alabanza y aplauso. 


* Filaes: Denominación que se la da, en los hombres, a un grupo de 10/12 componentes de las Comparsas que desfilan en batería, hombro con hombro. Las mujeres, a pesar de denominarse también, filá, desfilan en grupos más numerosos y con pasos de baile y coreografías.

La actualidad

Son, pues, doce las comparsas*: Beduinos, Almogávares, Marroquíes, Berberiscos, Dragones de San Jorge, Benimerines, Omeyas, Maseros, Caballeros del Cid, Astures, Castellano-leonesa y Moros Viejos Tuareg. Doce comparsas unidas en la Asociación de Fiestas “San Francisco de Asís”: moros y cristianos, cristianas y moras; hombres y mujeres, niñas y niños. 

Cada una de ellas está constituida como asociación cultural con carácter jurídico propio, aunque sometidas a la disciplina de la Asociación de Fiestas, coordinadora y homogeneizadora de todas ellas que son, en definitiva las que la conforman. 

Tal carácter independiente ha supuesto que cada una tenga su propio patrimonio, siendo el de más valor las cabilas moras y los cuarteles cristianos, locales amplios, de un promedio de 300 m2, decorados de manera festiva e histórica al mismo tiempo, con notables y valiosos elementos artísticos como pinturas y esculturas, donde tienen su domicilio social y donde desarrollan actividades diversas que van desde las propiamente festeras hasta bailes o representaciones de obras de teatro, obviamente cuando no están participando en la calle que es su sitio natural. 

Las cabilas y cuarteles se nos presentan llenas de música, de alegría, de compañerismo, de relaciones, de mujeres ensayando los bailes, de hombres conversando y preparando actos y eventos, de niños jugando y corriendo... En definitiva, de alegre y sana algarabía. Ahora bien, sobre todo, la gran proeza de la Fiesta de Moros y Cristianos: el fomento de la confraternidad y la convivencia en una sociedad que tiende a la dispersión y al aislamiento individual; en nuestras cabilas y cuarteles todos somos iguales y queremos que así sea y lo siga siendo. Y esa convivencia, confraternidad y amistad seguirá creciendo con la salida a la calle al entrelazar brazo con brazo, hombro con hombro, unos con otros. 

Por otro lado, todos los años, cada una de las comparsas, nombra su belleza a la que otorga una denominación, siendo la más popular el nombre de reina para la cristiana y sultana para la mora, y una comparsa de cada bando, rotativamente, nombra los capitanes, máximos protagonistas de las fiestas. Su misión, aunque obvia, merece una explicación. Las reinas y sultanas, representan a su comparsa, y como tales son la única representación festera oficial de una comparsa. El capitán, aunque es nombrado por una comparsa, representa al bando correspondiente, por eso hay un capitán moro y un capitán cristiano. Sultanas, reinas y capitanes son los grandes protagonistas de las Fiestas de Moros y Cristianos de Crevillent. 

Otra figura importante es la del Abanderado de bando, cargo que es asumido por el capitán saliente del año anterior, por lo que tenemos dos abanderados, uno moro y otro cristiano, que serán quienes abran los desfiles de las Entradas y la Procesión festera. Asimismo, las reinas y sultanas salientes se convierten en Abanderadas de sus comparsas respectivas y suelen abrir las mismas montadas a caballo o, incluso, en dromedario. También hay que destacar al caballero abanderado de la propia Asociación de Moros y Cristianos o portaestandarte, en la actualidad Leandro Castaño, que inicia todos y cada uno de los desfiles portando la bandera que sirve de enseña a nuestra Asociación local. 

Además de ellos, otros cargos importantes son el ra’is** Ben Hud, el rey Jaime I y los dos embajadores, el moro y el cristiano (quien a su vez representa dos papeles: el embajador castellano y el catalano-aragonés). Estos dos últimos son los principales actores ?interpretados desde hace más de tres lustros por Pedro Lledó y José Manuel Cantó? de un hecho, como ya hemos comentado, que se centra en el siglo XIII: las Embajadas. Los personajes del ra’is y del rey Jaime I son, en la actualidad, interpretados por personajes relevantes distinguidos por la Asociación con este cargo de manera honorífica por el período de un año. 

Todos unidos y juntos como la esfera parmenídea del ser, porque la Fiesta se constituye como unidad centrada en sus tres elementos nucleares: 

1. Embajadas, más alardos o batallas entre los dos contendientes 

2. Desfile de las tropas moras y cristianas que son las Entradas 

3. Actos en honor al santo patrón. 

Así es como se estructura la Fiesta, lo que se denomina “trilogía festera”, que se desarrolla generalmente el primer fin de semana del mes de Octubre. 

Vamos a detallarlo. 

Cronológicamente, La Festa, se desarrolla de la siguiente forma: El Embajador cristiano llega hasta el castillo de Crevillent y, en nombre del Rey Alfonso X, pretende que el ra’is , renueve el juramento de fidelidad al “rey Sabio”, ante las numerosas revueltas que se producen por la zona, a lo que los moradores del lugar se niegan por inconsecuente e innecesario:“Que repetir el pacto fecho non ha menester”. Al no ser atendida su petición, comienzan las hostilidades. Se produce una escaramuza y el ra’is es hecho prisionero. Se disparan trabucos, espingardas... Pólvora, mucha pólvora que envuelve a todos los participantes en un manto embrujado de embriagador perfume. Esto es el primer día fiesta, viernes. 

Para mostrar su poderío, las huestes de ambos bandos desfilan en majestuosas Entradas, una cada día, sábado y domingo, alternativamente cada año, es decir que si un año desfilan sábado las huestes moras, al siguiente, desfilarán domingo. Por la mañana, alrededor de las 7 o antes, tienen lugar las Dianas Festeras donde grupos de festeros salen con bandas de música o con grupos de dulzainas y tamboriles a despertar a los crevillentinos y a congregar a los festeros y festeras. Después, las comparsas irán a buscar a sus capitanes, en su caso, y a sus reinas y sultanas para realizar unos pasacalles informales por las calles crevillentinas, que poco a poco van contando con numeroso público expectante por ver el lujo, gallardía y belleza de los principales protagonistas festeros. 

El mismo domingo por la mañana, después de la inundación de música y color que suponen los pasacalles, confluirán las comparsas en la parroquia de Nuestra Señora de Belén, donde se le rinde honor y agradecimiento al Patrón por medio de la Misa Festera con la presencia de capitanes, sultanas, reinas, personajes de la Fiesta, autoridades, festeros y festeras. Misa musicada con la partitura creada para la ocasión por Ramón Más López y cantada por las voces corales que tanto han difundido el nombre de Crevillent, la “Coral Crevillentina” y el coro “Alfombras Imperial”. A continuación, en la plaza de la Constitución, centenares de festeros y músicos, junto con los coros participantes en la misa, cantarán el Himno a la Festa, cuya letra es de Ricardo Tejada y la música del mencionado Ramón Más. 

Cae la tarde y nos disponemos a contemplar o a participar, a vivir, las Grandes Entradas Mora o Cristiana que son en extremo espectaculares, vistosas, maravillosas, encantadoras. Una manifestación excelente y fantástica de color y de música, donde destacan las comparsas capitanas, cada año una en turno rotativo, que se engalanan para presumir de eso, de capitanía, y se esfuerzan por sorprender a un público expectante que espera el momento culminante de ver aparecer a sendos capitanes que salen con su comparsa al final de la Entrada correspondiente. 

Como se ha indicado, hay doce comparsas, seis por bando. La capitanía del bando correspondiente sale la última para crear mayor expectación en los desfiles, pues, mientras las demás comparsas desfilan, año tras año, con sus trajes y elementos propios y tradicionales  excepto la del abanderado de la Fiesta que abre estas Entradas y que puede permitirse algún elemento relacionado con la capitanía que el mismo ostentó el año anterior, la comparsa capitana, el año que le corresponde, tiene total libertad para realizar el “Boato”*** , pero siempre con alegorías de la época y del bando al que representa, que sirven para extasiar al espectador y mostrar su magnificencia, incluyendo toda clase de espectáculos: sensuales ballets, números acrobáticos, luchas de guerreros, ingenios mecánicos de monstruos y fantasías diversas, filas especiales, etc. Que la imaginación no tiene límites y de eso damos buena fe los crevillentinos en nuestras fiestas. 

En estos desfiles se puede contemplar todo un espectáculo de luz, color y música. Cada comparsa luce un traje donde mezcla la imaginación con la tradición. Cada comparsa, con un promedio de un centenar de personas desfilando, aporta las bandas de música necesarias para el número de participantes. La música, genuina de estas fiestas, arranca sus sones con los alegres pasodobles cristianos o las majestuosas marchas moras y cristianas compuestas exclusivamente para nuestras fiestas y que sorprenden gratamente al visitante profano. Y todas las comparsas con niños y niñas, sus filas masculinas y sus grupos femeninos. Completa su paso cada comparsa con una adornada carroza, alusiva también a la época y repleta de fantasía, donde luce su belleza la reina o sultana, engalanadas y preciosas con lujosos y caros vestidos de terciopelos, sedas, bordados, etc. 

En definitiva, ambas Entradas son una explosión de imaginación, de alegres notas musicales, de matices, colores y luz características del mediterráneo, que congregan cada una a un millar de festeros y festeras desfilantes, más o menos, y alrededor de un número igual de músicos, más carrozas, artilugios, teatro en la calle, ballets, representaciones, alegorías, vestidos lujosos y multicolores, serpentinas, confeti... 

Alegría, buen humor, ostentación, colorido, historia, lujo, belleza, arte, fiesta todo... Un auténtico espectáculo en el transcurso de unas tres horas que tarda cada desfile en pasar por un punto determinado, mientras los festeros recorren los 1.600 metros que hay desde su salida en el Parque Nuevo hasta la llegada a la Plaza de la Constitución. 

Al día siguiente, lunes, Crevillent madruga con el sonido y el aroma de la pólvora. Un impresionante alardo de arcabucería que precederá el Encaro de Capitanes, pequeño parlamento entre ambos donde se reprocharán lo acaecido el pasado viernes al pie del castillo, cosa que les incita a la lucha, y lo harán ante el monumento a la Fiesta, obra escultórica emblemática, orgullo de los festeros, quienes la sufragaron, realizada por Miguel Ruiz, y que embellece los jardines del paseo Fontenay. 

Después, alrededor de mediodía, tiene lugar la Ofrenda Floral en la que todas las mujeres y niñas festeras portan sus ramos al santo patrón, siendo recibidas en la Plaza de la Constitución, frente al templo de nuestra Señora de Belén, por el capitán cristiano y la imagen de San Francisco de Asís. Esta ofrenda femenina es cerrada por el capitán moro, que cuando llega al final del desfile se funde en un abrazo con su homónimo cristiano, y junto con sultanas y reinas desfilan por la plaza de manera solemne pero informal entre los aplausos de los festeros, el público y la música. 

Por la tarde, tras otro alardo o simulacro de batalla, se concentran las tropas y se escenifica una segunda embajada, la Embajada al rey Jaime I. En ésta, las huestes moras, con su embajador y capitán al frente, piden ayuda al rey Jaime I que se encuentra acampado en la vecina Orihuela para que interceda en favor de la liberación del ra’is capturado por las tropas castellanas, a cambio de sumisión y vasallaje del Lugar de Crevillent y sus dos castillos. Así sucede y tras la liberación del señor moro de Crevillent, todas las huestes, moras y cristianas, muestran su contento. Salvas de pólvora, música, campanas de la torre de la iglesia celebran la avenencia; no hay vencedores, no hay vencidos, no ganan ni pierden ni unos ni otros, sino que se llega a un acuerdo que implica la sumisión del Crevillent islámico a la corona catalano-aragonesa. Este hecho histórico parece que vino a presagiar la amistad, la confraternidad que siete siglos después sería la esencia de nuestra Fiestas de Moros y Cristianos. Trabucazos y más trabucazos. Ojalá si toda la pólvora del mundo se gastara así: disparándose de manera lúdica y festiva. 

Y ya, después, tan solo nos queda la Solemne Procesión festera, que discurre con la presencia del silencioso respeto de los hombres festeros quienes marchan sueltos en filas de dos o tres hombres con sus trajes de gala, a los sones de cadenciosas y tristes marchas musicales. Una procesión masculina donde participan también abanderadas, reinas, sultanas y autoridades municipales, como digno colofón a las Fiestas de Moros y Cristianos en honor de san Francisco de Asís, que recibe al pueblo de Crevillent con los brazos abiertos apoyado en una nube celestial. La misma Fiesta se despide del pueblo con un gigantesco castillo de Fuegos Artificiales. 

Alrededor de esta “Trilogía Festera”, la Asociación de Fiestas de Moros y Cristianos “San Francisco de Asís”, organiza toda una serie de actos relacionados, en mayor o menor grado, con la misma, como son: 

La Presentación del cartel anunciador de la fiesta, que desde hace casi treinta años se encarga de pintar el insigne acuarelista Julio Quesada; 

el Intercambio de banderas capitanas, donde de forma protocolaria el presidente de la comparsa capitana recoge la bandera de la capitanía de la comparsa que lo fue el año anterior; 

el Concierto de música festera, donde prestigiosas bandas nos ofrecen su arte musical manifiesto en la música festera; 

la Entrada de bandas, donde las bandas de música hacen un pasacalles por nuestra localidad invitando de forma simbólica a participar en la Fiesta al mismo tiempo que la anuncian; 

el “Primer tro” o pregón del alcalde que concentra a todos los festeros frente al balcón del Ayuntamiento para llamar al pueblo a la Fiesta; 

el “Principi de la Festa” o desfile infantil con un nombre alegórico pues es el primer desfile y los que desfilan son los más jóvenes, los niños y las niñas, algunos de ellos de tan solo días de edad transportados por sus padres o madres en cochecitos; 

la “Entraeta” netamente masculina con concurso de cabos**** de fila, desfile informal que a modo de ensayo general (se celebra el viernes inmediato anterior al fin de semana de las Entradas), en el que sólo participan los hombres y donde se elige al mejor Cabo , mientras las mujeres, sus mujeres, animan, junto con el resto del público asistente en todo el trayecto del recorrido; 

la visita a la Residencia de ancianos de las monjas carmelitas donde nos desplazamos festeros y festeras con bandas de música en homenaje a los más mayores; 

el acto de Proclamación de capitanes y bellezas en el que se presentan estos personajes al pueblo en general con claras reminiscencias de los renombrados y poéticos Juegos Florales, con sus mantenedores de verbo fácil y hermoso, logrados del mundo de la cultura quienes año tras año nos desgranan bellos y sentidos discursos, y las damas de honor que serían las seis reinas y las seis sultanas, además de incluir algún elemento alegórico o teatral; 

el vino crevillentino, donde en la noche del domingo tras la Gran Entrada correspondiente se homenajea a los cargos festeros y a las personas ilustres que nos visitan con un aperitivo al aire libre; 

el Desfile de humor, que se celebra el mismo fin de semana que La Entraeta, donde se da rienda suelta a la imaginación humorística de las Comparsas a base de parodiar alegremente cualquier motivo, para lo cual se disfrazan, aportan vehículos o elementos decorados según lo que se represente y que sirve de válvula de escape para las energías y nervios acumulados durante un año. 

Eventos estos que se prolongan a lo largo del mes de septiembre y de los primeros días de octubre. En todos los actos el elemento esencial e imprescindible: la música. Mucha música, bandas, muchas bandas, grupos o charangas musicales. 

Asimismo hay que destacar la estrecha colaboración que se tiene con el Ayuntamiento y gobierno municipal quien concede diversas ayudas económicas, patrocina algún evento por completo, como el Acto de proclamación de capitanes y bellezas, y pone toda su infraestructura y medios al servicio de la Fiesta, que no olvidemos son Fiestas Patronales. También, el mismo Ayuntamiento patrocina una Barraca Municipal en la que se ofrecen conciertos de prestigiosos y afamados artistas de renombre nacional, volcados con la Juventud, y a la que asisten jóvenes de las comarcas próximas. 

Y alrededor de los Moros y Cristianos todo un conjunto de actuaciones lúdicas y culturales. Destaca la organización de alguna entidad coral, bien de conciertos o de la representación de alguna ópera o zarzuela. No olvidemos, las actividades que realizan cada una de las comparsas, que como hemos comentado se instituían como asociaciones culturales propias. 

O también, por ejemplo, la Asociación de Moros y Cristianos edita la revista de fiestas o Libro de la Fiesta, que es mucho más que una revista festera, pasando a ser un vehículo catalizador de investigaciones históricas, expresiones, anhelos y sentimientos crevillentinos. Pero mejor que contarlo o loarla, hojéela y verá que sobran las palabras ante la evidencia de su calidad y categoría manifiesta. 

Gracias a nosotros, Crevillent vive la Festa, vive unas fiestas con todo merecimiento, que todos tenemos derecho a disfrutarlas en paz y libertad. El pueblo se mueve y en un ciclo anual se presenta limpio de cara y de espíritu. Y somos los Moros y Cristianos los que movemos al pueblo. El esfuerzo económico, las horas de trabajo nunca retribuidas, la voluntad de muchas personas de toda condición y las ilusiones de unos soñadores, hacen posible unas fiestas de primera, orgullo nuestro y “envidia” de otras localidades. Y es que somos más de 2.000 asociados en las 12 comparsas, una cifra nada despreciable y sí indicadora de una pujanza definitoria y sustancial. 

Y todavía más, las fiestas de Moros y Cristianos están presentes siempre en el ánimo de las que las vivimos con intensidad, concreción de un trabajo constante que recordemos en el mes de mayo con el “Mig Any”, donde durante tres semanas desarrollamos, junto con las propiamente festeras, una serie de actividades diversas, como conciertos, conferencias, etc. o un concurso-exposición de fotografías que ya ha superado su trigésima edición. 

Y para que no las olvidemos ni un solo instante tenemos nuestro monumento ubicado en el paseo de Fontenay, fruto de un proyecto enaltecedor de nuestra villa, testimonio pétreo de una realidad tangible. Como también es testimonio nuestro Casal Festero, situado en la plaza de la Constitución, en pleno centro histórico, donde también tenemos un pequeño museo festero, aunque bien podríamos decir que todo el Casal es en si mismo un museo. 

Y, en fin, en cualquier acto cultural relevante que se celebre en Crevillent allí estamos presentes, porque no podría ser de otra manera. Somos los Moros y Cristianos y hay que venir a ver y a disfrutar la Festa de Crevillent. Y es que la fiesta de Moros y Cristianos es la fiesta de la emotividad, de la belleza, de la tolerancia, del compartir, del igualitarismo, de la cultura, del saber estar. Sin duda nadie se sentirá decepcionado, pues algunos, y creemos que no en vano, nos han tildado como la tacita de plata de los pueblos festeros. 


* Comparsa: Agrupación de personas bajo una misma denominación que portan idénticos atuendos y se configuran como un todo homogéneo. Las mujeres están formadas por socios, y participan en la fiesta los niños y las niñas, los hombres y las mujeres. 

** El ra’is o arráez es el señor musulmán que tiene dominio y jurisdicción sobre una villa o lugar. Los de Crevillent jugaron un papel importante en el siglo XIII, sobre todo en le reinado de Jaime II, y perduraron hasta el año 1318. Además de ejercer dominio directo sobre Crevillent, también poseían las alquerías de Cox y Albatera, y, circunstancialmente, lugares como Monóvar, Aspe o Beniopa, o la competencia judicial sobre los musulmanes de Orihuela y de la parte oriental del reino de Murcia. 

*** El boato es una ostentación de lujo y parafernalia, donde se representa la supremacía de la Comparsa capitana y, por ende, del capitán del Bando correspondiente. Figuran "filaes" especiales, representaciones alegóricas a la época, ballets, escenificaciones teatrales lúdicas y guerreras e infinidad de música. 

**** Cabo: Festero que va delante de la "filá", el sólo. Guía y controla la "filá" con movimientos propios y genuinos de la Festa, dando muestra de su señorío y alcurnia, animando a que el público, en su caso, aplauda, al apreciar el distinguido porte tanto de su cabo como de los miembros que componen la “filà”.


No hay noticias.